Pero dónde estamos

Cada nanosegundo el universo hace una copia de seguridad de sí mismo, pero una de las dos versiones debe desaparecer antes del siguiente nanosegundo. El problema es que borrar la copia obsoleta del universo no está previsto.

Mientras que la copia se hace por rutina (como el cuerpo humano se copia a sí mismo), el borrado sería mucho gasto (lo que cuesta borrar del todo un disco duro, por ejemplo, da una idea), por lo que la naturaleza prefiere duplicar y que coexistan las copias, aunque siempre –se supone– hay una versión buena que tira para delante y las malas que siguen por inercia.

Tampoco podemos asegurar que nosotros (expresión vacía, por decir algo) sigamos viviendo en la versión buena, en la viva. Claro, las ecuaciones indican que lo normal es seguir viviendo en todas: en la buena y en las copias que quedan atrás

Pero si, por ejemplo, hemos desaparecido de la buena (porque no nos hemos duplicado, que puede pasar), pues no tenemos forma de saberlo. ¿O sí? Aquí se produce una de las mayores herejías o elegías actuales.

¿La melancolía o turbación sin motivo podría ser indicio de que intuimos que estamos en uno de esos universos copiados que no avanzan y que, por tanto, quedaron estancados, sin posibilidad de evolucionar o de duplicarse nunca más?

Hay que esperar a que la ciencia despeje estas incógnitas. Entretanto, la hipótesis de que estamos en una vía muerta –universo atascado, sin futuro, etc.– podría explicar por qué todo –dentro del evidente progreso a largo plazo– va tan mal.

(Columna Heraldo de Aragón, 13-4-22)

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