Más alma que miedo

Parece que el programilla GPT-3 va haciendo cosas. En programación, según los expertos, es impresionante. Y si le dices que se ha equivocado lo corrige y pide disculpas. Todavía es un embrión, pero aprende rápido, aprende haciendo. Lo está cambiando todo a toda velocidad. Las previsiones para este año 22 eran mucho de metaverso y demasiado del metaverso de Facebook (rebautizada “Meta”), pero de momento humo. GPT-3 de OpenAI progresa con los usuarios, se espabila en directo. Y se filtran cosas de la próxima versión, el GPT-4, cositas que dan miedo y alma, y más miedo que alma: fabulosa expresión que tal vez de momento –todo es de momento–, sirva para datar el año de la invasión de Ucrania por Putin y Rusia, por ese orden (la semana que viene se estrena en Zaragoza la versión teatral de “ser o no ser”, en adaptación de Bernardo Sánchez Salas, dirigida y protagonizada por Juan Echanove: Putin iba para Hitler). El 22 es el año de la invasión de Ucrania, el coletazo del virus en China y el despertar de la IA de GPT, todavía en ciernes pero que ya de mucho que pensar y algo que temer. Quizá pensar y temer es lo mismo, es una idea. La forma más rápida de pensar viene del temor, el miedo quizá paraliza pero el temor es posible que active los nervios. El que no se consuela es porque no tiene tiempo. El caso del GPT-3 podría sugerir un modelo por lo demás obvio: que la IA y todo se mejora en contacto y roce con el gentío. Benditos sean ustedes (si quieren) y viva Aragón. Y que tengamos más alma que miedo (miedo, el justo para pensar).

(Columna en Heraldo de Aragón, 28-12-22)

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