Por Michael M. Phillips WSJ
Giltner, Nebraska, EE.UU.
El agricultor Jim Kreutz usa derivados para amortiguar el golpe en caso de que el precio del maíz para pienso caiga antes de la cosecha. Su cuñado ganadero, Jon Reeson, los utiliza para protegerse de los riesgos de las fluctuaciones en el precio de sus reses. La cooperativa agrícola local recurre a los derivados para financiar el diesel a precio fijo de los transportistas que llevan el ganado al matadero. Y la planta de procesado los usa para estabilizar costos como los del gas natural.
Lejos de Wall Street, la reforma financiera del presidente Barack Obama —la mayor desde la década de los 30 y que hoy podría ser aprobada por el Congreso—, dejará huellas en todo el panorama económico del país.
La nueva legislación exige que la mayoría de las operaciones de derivados se estandarice, se negocie en bolsas como las acciones de empresas y se canalice a través de cámaras de compensación para protegerlas de cesaciones de pagos. El impacto total de la reforma no se conocerá en años, pero en Nebraska, los nervios afloran.