Saoko mami saoko

Lo que hago es poner el vídeo de Rosalía y una vez escuchado más o menos le doy frenéticamente a las teclas de izquierda y derecha, adelante y atrás. Cuando le das a retroceder dos o tres tacadas seguidas el efecto es magnífico. Es como volver a la edad media, pero sin riesgo de que te rebanen el pescuezo.

Repitiendo el gesto cien o mil veces se entra en trance. Es un método barato, casi gratis si no fuera por el coste lírico y el lucro cesante, que ahora tiende a infinito. Le das a la tecla adelante y atrás, adelante y atrás… Nadie te vigila. Aunque tus pulsaciones quedarán grabadas eternamente, asociadas a tu “yo” aquel junto a trillones de gestos: una vida. Entras en trance y quizá dejas de sentir las bombas, el zumbido de los precios. Para eso es la música, los valses, las zardas, el candombé y la polca bravía. El zucurungu y el basilisco joteado, que sólo se baila en la jaula de Faraday.

El caso es evadirse del fin del mundo, que viene lanzado desde el futuro… ¿habremos chocado ya?

Luego está esa cosa enorme en el cielo, ese objeto –ORC– que solo se “ve” en forma de ondas de radio, mil millones de años luz de ancho, aros, cinchos, pelarzas de neón. Majo sí es, pero, en fin. Que haya suerte en el sorteo de este momento: cada segundo se copia el universo entero, de cabo a rabo y, en general, se copia bien. A veces alguien se queda en la versión anterior, no aparece en la última. Aunque todas coexisten, no se rozan. Y, en fin, cada rato hay algo. Ánimo, la copia está ok. Dale a las flechas otro rato más. Saoko mami saoko.

(Columna Heraldo de Aragón, 6-4-22)

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