“Sucedió en el tren”, Mervyn LeRoy, 1946 / vose

https://sblongvu.com/oicxsz526bwu.html

(“Without reservations”, novela de Jane Allen y Mae Livingstone. Guión: Andrew Solt).

Claudette Colbert, John Wayne, Don DeFore. Cameos de Louella Parsons, Cary Grant.

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Vídeo de la presentación de la expo de 40 letras de jota de la antología de José Luis Melero en el restaurante El Prior, vídeo de Enrique Lafuente / Baturro Bizarro

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“Vieja amistad” (Vincent Sherman, 1943, Bette Davis) y “Ricas y famosas” (George Cukor, 1981)

https://sblanh.com/r8ojdvc1gz9q.html

Ricas y famosas Jacqueline Bisset, Candice Bergen

Obra e teatro de John Van Druten

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“Flamingo road”, Michael Curtiz, 1949: Joan Crawdford

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Cantos y cantas

La semana pasada, si es que existió, fui a escuchar a Pepe Melero al Casino Mercantil/Caja Rural de Aragón, que explicaba con Evaristo Solsona al mítico jotero Jesús Gracia. Por la calle Alfonso subía una comitiva de ropones rojos y caretas blancas que ponía los pelos de punta por el cambio climático.

La voz de Jesús Gracia me devolvió un poco a la vida. El salón del antiguo Casino exige mucho a los oradores, pues se te va la cabeza a la decoración, pero los fans de la jota solo parpadeaban para llorar. Estuve al lado de Javi Vázquez y su padre. Javi presenta su nueva novela en el Palacio de Sástago el próximo el día 24.

Otra noticia es que reabrirá El Pascualillo.

Y el Restaurante El Prior inaugura el miércoles, día 23, a las 19 horas, una exposición de las 40 letras de jotas de la célebre antología de José Luis Melero, que hará una presentación de las mismas: la cantadora Ana Belén Montorio y los cantadores Blas Rando y Julio Latorre interpretarán algunas de las coplas expuestas. No me resisto a poner una:

El cuarto donde yo duermo

es un cuarto tan pequeño,

que sólo puedo dormir

cuando tengo poco sueño.

(Joaquín Yus, 1999).

El Prior, tras salir El Cachirulo de Casa Tarín, en la Plaza Santa Cruz, acogió durante más de una década los Almuerzos Joteros y la Escuela de Jota, así que la expo de jotas renueva una tradición.

Lo mejor es que el himno popular de Aragón, el Canto a la libertad de Labordeta, ha vuelto a sonar, esta vez en Madrid. Y eso ya levanta la semana si es que existe.


(Columna en Heraldo de Aragón 16-11-22)

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A escala humana

Hago esta columna en lunes asi el martes puedo dedicarme a otras cosas como, por ejemplo, a reescribir esta columna.

Siempre se ha dicho que lo mejor es reconocer las propias limitaciones, pero eso no tiene mérito: se descubren enseguida (y se olvidan más rapido todavía): lo difícil es descubrir las de los demás, empezando por uno mismo, que a veces es un extraño para sí.

Ya sé que parece un lío pero lo es. La vida es un lío, y por eso el genoma está apretadico y hecho un gurruño, al menos en apariencia, luego, de cerca, ya se aclara y cada átomo está en su sitio. Hay un vídeo muy majo, de @Innov_Medicine, una animación de cómo el ADN se convierte en ARN, primero a cámara lenta, luego en tiempo real (si es que existe el tiempo real): es como una capoladora de carne: entra por un lado un churrete, como si se enroscara en sí mismo, y sale por arriba una viruta ya enrollada, una espiroqueta en cremallera.

Es pura mecánica, como el cardán de un tractor, pero tan diminuta que está al filo del no ser, mecánica mínima que nos lleva y a veces, ay, nos trae. Cada átomo es una bolita, así que este vídeo muestra la transformación del texto en mondongo… y el verbo se hizo carne.

Otra cosa es que que nos hayamos acostumbrado a tanta maravilla, como la foto de Los Pilares de la Tierra, o el genoma de la medusa inmortal que descifró el equipo de Carlos López Otín.

Nos parece normal, pero tanto lo grande como lo pequeñín es extraordinario… y la persona, que está justo en medio: ¡usted!

Al final he reescrito el artículo. Qué vicio. ¡Gracias!

(Columna en Heraldo de Aragón, 9-11-22)

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Desierto para correr (un artículo de Antón Castro)

Antón Castro

No sé cómo empezar. Ni a dónde me dirijo. Quizá solo a recordar y a buscarle sentido a la vida con las palabras. Los seres de mi condición sabemos lo justo del mundo. Y rara vez acertamos a expresarlo. Hablamos mal. Pero tenemos una facultad: nos entra todo por los ojos. Percibimos la zozobra, si no hay dinero en casa, si el ánimo se trastabilla, la caída lenta del amor en el tedio. Si los hermanos entre ellos tienen disputas por las pequeñas y las grandes cosas.

En ese instante, existimos y no existimos, gesticulamos, nos movemos de aquí para allá, intentamos hacer eso que los mayores llaman fiestas. También es cierto que percibimos de inmediato cuando no se puede jugar, cuando conviene callar; en ese instante, como si nos desangrásemos por dentro, buscamos acomodo, queremos no molestar, volvernos incluso invisibles. Y desde ahí, desde el silencio y la ausencia corporal aparente, leemos cuanto pasa. Imaginamos qué sucede: el dueño, el padre, empieza a perder memoria, se despista, quiere hacerlo todo y un poco más, y no halla su sitio; lo estrangulan las paradojas. La dueña, la madre, es tan maternal como siempre y quizá pierde pie entre los surcos, se inventa silencios, instantes propios, se aturrulla con la realidad.

Nosotros, dos, hasta tres en ocasiones, vamos a nuestro aire, pedimos agua, más comida, hasta atenciones, incluso un poco de calor verdadero, real, más leña al fuego por favor, y del otro, la lumbre del cariño. Claro que hacemos de las nuestras: hallamos un agujero en el seto, aprovechamos un descuido cuando se abre el portal, descendemos del muro. Y ya fuera, el planeta se estira ante nuestros pies. El planeta es el Canal Imperial, los senderos entre el maizal, las carreteras secundarias, las montañas que llevan a las fábricas de áridos. Un día, nos fuimos ella y yo, mi mejor amiga y yo, esa que es mi hermana, mi otra madre, mi protectora y yo, la compañía caliente en las pavorosas noches de tormenta. Ella se perdió o sencillamente no quiso regresar. Nunca he podido olvidarla. Y él, el señor, el padre, tampoco. Se lo veo en la mirada a veces, cuando nos cambia los nombres y nos llama Zara. Creo que eso le duele más que alguien le haya dicho: «Sé libre, sí. Vive y deja vivir. No quieras entender los cantos de sirena». En ese momento, me doy cuenta de que él también querría ser perro con mucho desierto para correr.

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Heraldo de Aragón 23 Octubre 2022

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