El Gol de Nayim en plaza Salamero

La plaza Salamero o del Carbón, en Zaragoza, está reparada y ahora reluce el hormigón bien alisado y regado cual césped. Hay un concurso para urbanizar esa plaza en la que vivió Goya, que por suerte nuestra y penurias suyas vivió en tantas partes de la Inmortal. Sugiero que en la plaza Salamero o del Carbón se instale una escultura de Nayim a tamaño natural en el momento de chutar a gol en la final de la Recopa de Europa del año 1995. Una estatua natural pero bien hecha, hiperrealista, con color natural, un Nayim de verdad. Ese monumento nos lo merecemos a tope. Un rayo láser, sutil e inofensivo pero visible, podría replicar la parábola que trazó el balón en aquella noche memorable a la que nos agarramos a veces o siempre cuando todo se tuerce tanto. La parábola de Nayim no se torció aquella nuit en el Parque de los Príncipes de París y Zaragoza, Aragón y el resto del Universo atento a los prodigios bien merecen un recuerdo vivo de aquel subidón que aún colea. Y lo que coleará. Aquel gol, además de física y química, tuvo algo de milagro y a la pobre plaza de Salamero, junto a la calle Morería, le vendría genial una parábola de láser o de rayos C brillando en la oscuridad, y una escultura para selfiarnos en el misterio jovial. Acaban de demostrar que la luz –dos fotones a tope– puede convertirse en materia, como sugería Einstein en 1905 con E=mc2, como predijeron Breit y Wheeler en 1934, y ya evidenció en el 95 el Gol de Nayim. Cuántas ciudades en la galaxia querrían algo así.

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Columna en Heraldo, 8-9-21

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