La corrupción ha ganado, se ha estabilizado por fin. Casi mejor. Si no, se hubiera hundido todo. Y el turismo se iría a otros sitios. Las puertas girantes, método antiguo, siguen más engrasadas que nunca. Ejemplo de ayer: excargos Andalucía. La corrupción, ya homologada y admitida y bendecida en su máxima expresión, sirve sólo como tema de repuesto, mantra estéril ya sobreseído. El asunto Cat es el otro tema de relleno. España se construye destruyéndose: como cualquier otra empresa agotada, vive de su propio penelopismo, de recauchutar sus patentes ya anticuadas: el garrote, el pedrusco. Se podría hacer un plan de cruceros para parados de cualquier edad, refugiados interiores: eso aliviaría el estrés de fondo, que reburbulle debajo de las grandes cifras que hay que inventar aprisa y corriendo cada mes. Menos mal que los que las inventan son los mismos que inventaron las de la década anterior: el excel vale el mismo. Cómo desconectar del paro en vacaciones. Pagar con visa una barra de pan. Glárimas de San Lorién. Si alguien no acata una sentencia judicial y tiene influencia no le pasa nada. ¡Ni al juez tampoco! Ni una, ni dos, ni tres. Bla bla bli blu. Deberíamos dejar de disimular con la democracia de mínimos y reconocer que el sistema está hackeado desde el origen (echar la culpa a los visigodos). Al menos hubo unos años que iban a ser buenos. A crédito. Hasta Europa nos quería. Lluvia de selfies, loor y ditirambos al power autoaministiado, indulgencia plenaria. ¡Libertad para chatear en China!
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Columna Heraldo de Aragón 2-8-17
N O V E L A "Se busca persona feliz..."
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