Censo de espíritus (Un cuento de verano en Heraldo de Aragón)

Censo de espíritus
Mariano Gistaín

Ya les he dicho que este año el censo no lo vamos a poder hacer. No hay gente y cada día hay más casas cerradas. Las casas abandonadas están llenas de espíritus. Pero hay que hacerlo. Cada verano hay que hacer el censo. Lo primero es que vean el vídeo de Eugenio Monesma.

Necesitamos más medios. La gente viene cada año menos preparada, nadie ha leído el manual. Pero no hay que desanimarse, hay que seguir. Antes este oficio se pasaba de madres a hijas, o eso me contaron porque yo aprendí lo poco que sé en un curso rápido. Y con el vídeo, claro.

Lo primero en la clase de formación es tener en cuenta esto. Que vean el vídeo de Monesma. Pero nadie quiere ver vídeos. Es difícil poner atención. Algo que dura más de quince segundos es insoportable. Y en ese vídeo está casi todo lo que se ha de saber para hacerlo bien.

Las casas están llenas. Pero bueno, dos cosas les digo:

-No confundir espíritus con fantasmas. Sin menospreciar a nadie, los fantasmas no nos interesan. Ni siquiera existen. Pero allá cada cual con sus creencias y aficiones.

-Renunciar al sexo. Esto es fundamental porque los espíritus son muy sensibles y si ven que vas con intenciones lúbricas enseguida se esconden (y si no es peor).

Estoy cuidando a mis padres, a ratos cuido a un niño de una vecina y también he de adiestrar a un robot de la diputación provincial: es una base móvil con un dron que todavía está muy verde y tengo que echar horas: él tiene conexión vía satélite y nosotros no así que he de negociar para que me deje usar su wifi a ratos. Son equipos militares de saldo.

Sigo con la campaña del censo, que a fin de cuentas es lo que nos da de comer, aparte del huerto y la caza furtiva (debería instruir al dron contra esta actividad, pero lo dejo para más adelante. Bueno, también lo mando al pueblo a buscar tabaco o medicinas, en general nos llevamos bien, aunque a veces, cuando me sobrevuela, me da miedo que se despiste y me pegue un tiro: mi vida depende de una línea de código).

Siento que el robot no tenga programa para ayudarnos a hacer el censo de espíritus, seguro que él lo haría en un rato… pero entonces dejarían de pagarnos. Dejaríamos de ser útiles y tendríamos que marchar.

Hay demasiadas interrupciones, es imposible dedicar más de diez minutos a una cosa. Todo sobreviene de repente, lo previsible se ha evaporado. No hay rutina. Todo se rompe.

Les he puesto el vídeo de Monesma, pero se duermen, se despistan… y a mí me pasa lo mismo. La mayor preocupación, el mayor foco de estrés y agobio es la burocracia: gran parte del tiempo la dedicamos a detallar en tediosos formularios en qué ocupamos la menor parte del tiempo.

Como hay más casas abandonadas el trabajo es más pesado. Tiene el aliciente de que entras en palacios que han estado habitados hasta hace poco y, bueno, aunque ya los han desvalijado, siempre hay cosas curiosas. Hemos encontrado libros que, si tuviéramos tiempo y paciencia para leer, nos dirían quiénes son nuestros auténticos padres y abuelos, así como de dónde viene esta confusión.

Ya se me ha olvidado lo que iba a decir, esa es otra cosa que me preocupa, bueno, preocupar es una palabra demasiado fuerte. Ahora nada preocupa, sólo vas haciendo, haces lo que puedes, haces esto, haces lo otro, y de vez en cuando das una cabezada y con suerte sueñas un poco. Yo acabo de soñar que me han incluido en el censo.

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