+ Alfredo Castellón

Epílogo para el libro “apólogos” de Alfredo Castellón

Metafísica en vida

Estos apólogos de Alfredo Castellón son metafísica táctil. Cuentan historias y presentan a personas de verdad, con cuerpo y alma. Son un método para investigar la trascendencia sensual. Si usted los lee cuatro o cinco veces alcanza la inmortalidad; es un manual de alto riesgo.

Cuando usted encuentra este libro en cualquier parte de la galaxia adquiere un compromiso que no puede esquivar (y tampoco desvelar).

Quien lee este libro obtiene una vida extra y puede aventurarse en su propia infancia, que ya contiene todo lo demás (incluido este instante, etc.).

Alfredo Castellón Molina escribe desde el hilo rusiente que une la infancia con las cosas incomprensibles que hacen los adultos. Los adultos son niños fantasiosos que saben que la realidad no existe.

Alfredo cree que ha sido demasiado recatado. Ese recato, una forma exquisita de estar en el mundo, le permite ser casi transparente, explorar la eternidad desde su infancia y trazar este mapa impagable de la trascendencia.

Mariano Gistaín

Estos apólogos de Alfredo Castellón son metafísica táctil. Cuentan historias y presentan a personas de verdad: con cuerpo y alma. Son un método para investigar la trascendencia sensual. Si alguien los lee cuatro o cinco veces alcanza la inmortalidad.

Cuando Usted encuentra este libro en cualquier parte de la galaxia adquiere un compromiso que no puede esquivar (y tampoco desvelar).

Quien lee este libro obtiene una vida extraordinaria y puede aventurarse en su propia infancia, que ya contiene todo lo demás (incluido este instante, etc.).

Cuando Alfredo le toque la memoria, le dolerá un poco. Alfredo cree que ha sido demasiado recatado. Ese recato, una forma exquisita de estar en el mundo, le ha permitido ser casi transparente, rozar el misterio y adentrarse en la eternidad.

Alfredo Castellón Molina encuentra el hilo rusiente que une la infancia con las cosas incomprensibles que hacen los adultos. Los adultos son niños fantasiosos.

Los apólogos tratan de la muerte y proporcionan un poco de esperanza cuántica.

Usted encuentra un tesoro: este manual secreto le hará triunfar en los negocios y el amor, le dará salud y prosperidad si lo lee cinco veces a lo largo de unos mil años.

Alfredo va con su padre a comprar un tablón al aserradero. Más tarde puedes verlo paseando por Roma con las hemanas Zambrano. Su tío Hilario volvió de la guerra con el don de consolar a los moribundos. Alfredo lleva a todos consigo.

Alfredo se pregunta qué estrella es la suya. Y tropieza con la misma piedra.

La patrona de la pensión de Antonio Machado se podría haber comprado un coche con los poemas rotos que él arrojó a la papelera.

Alfredo en un barco donde desaparecen los marineros, en el regato del Parque Pignatelli. Los monos que se devoran unos a otros por sed.

Estos apólogos de Alfredo Castillón le desvelarán el poder de los poetas, pero tenga cuidad: Usted puede ser uno de ellas/ellos.

Si este libro le ha encontrado

Sindicato de Trabajos Imaginarios de Zaragoza. Le llevará por todo el mundo sin salir de su interior, que es el mío. Gracias.

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“El ruido de la memoria” de Alfredo Castellón: elipsis de un dandy

“El ruido de la memoria” (STI Ediciones, 2012).

Alfredo Castellón escribe poesía cine. La elipsisis de toda una vida elegante. Es un dandy natural, lo que parece una contradicción porque el dandy se construye, pero esa es la gracia de Alfredo, nadador, atleta ganador de medallas, poeta de cine en prosa leve que se te queda dentro.

Se ha dedicado al cine y la televisión, artesanías de la censura y de la libertad. Niño de la guerra civil, ha llegado hasta el atroz presente en plena esbeltez. Sin romperse ni mancharse. Ha salido por el otro lado del cristal de la historia y va publicando libros de una vida única, originalísima y cada vez más secreta. Cuanto más publica más misterios deja en el aire de Roma, París, Asia, Nueva York. (Creo que Alfredo es agente de la KGB y la CIA por lo menos: el único agente doble o triple que ha sobrevivido a este apocalipsis frugal. Un asceta de sí mismo, protagonista de novelas que nacen ya adaptadas al mejor cine).

En los viajes y las peripecias se reconocen los memes del siglo, pero el protagonista sobrevive y avanza, siempre independiente, a su aire. Dandy en las penalidades, ayudante precoz de Antonioni, listo para aprobarlo todo in extremis, evanescente galán, ávido siempre. Los personajes son todos diálogo, amistad, estilo: María Zambrano, Julio Alejandro de Castro.

La levedad del espíritu lleva a Alfredo sobre las olas. Memorias esenciales, sutilísimas de emoción. El éxito le sale de dentro, va con él. Alfredo es una fábrica de éxito, vitalidad agradecida, resistencia cimbreante a los contratiempos y a la muerte. El éxito es haber llegado al nuevo milenio con su savoir faire, discreto, ligero de equipaje, una maratón de ochenta años que empieza cada mañana: curioso, despierto, atento. De la estirpe invencible de Azcona, forjados entre las balas y el hambre, supervivientes dispuestos a exprimir su siglo, que ahora vuelve embrutecido, comprimido en un mp3.

El paraíso que le gustaría a Alfredo es su infancia con sus padres y hermanos, en casa, la niñez añorada.

El libro de Alfredo es sagrado, bellísimo como el mejor cine, sprint y sosiego, culpas rápidas, aleteo de eternidades.

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Como escribe Juan M. Marín en el estupendo prólogo, Alfredo no necesita metáforas. Qué lujo.

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http://www.rolde.org/content/files/magazine_43_07_rolde%20140.60-73.pdf

http://antoncastro.blogia.com/2012/112001-alfredo-castellon-publica-el-ruido-de-la-memoria-.php

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